Tres manatienses en la contestación a García

monumento-escudo
Por Luis A.Abreu Fernández, Lianet Paz Peña y Misara Cruz Ruiz
En ocasiones, al cerrar la última página de un libro, queda el deseo irresistible de seguir leyendo. El final no es el final. Se terminan las líneas y se espera, como por arte de magia, la aparición de una segunda parte. Quizás, esto suceda con Un mensaje a García, volumen que narra el viaje realizado por el teniente Andrew S. Rowan, desde los Estados Unidos hasta Cuba en el año 1898.
El oficial norteamericano debía entregar un mensaje del presidente William McKinley al general del Ejército Libertador Calixto García Íñiguez. Rowan llegó a la Isla para encontrarse con el afamado militar cubano, en reclamo de su apoyo para un futuro desembarco de tropas norteamericanas en la Mayor de las Antillas.
Debido a la heroicidad con que realiza la acción, Andrew S. Rowan fue convertido en un “símbolo nacional” por el periodista Helbert Houbbard, autor del volumen literario mencionado. Sin embargo, los verdaderos héroes de esta hazaña quedaron en el anonimato, así como el lugar por donde el oficial emprendió el viaje de regreso a Estados Unidos.
De manera inevitable Un mensaje a García, considerado un bestseller en su época, nunca tuvo segunda parte, de ser así la comunidad del Puerto Manatí fuera recordada en la historia de Cuba como el sitio que sirvió de punto de partida a la posición de las tropas insurrectas con respecto al apoyo de la inminente intervención de los Estados Unidos en la Guerra Hispano-Cubana.

LA HISTORIA OFICIAL

La historia oficial recoge que Rowan vino a hablar con el mayor general holguinero en busca de respaldo a los planes norteamericanos de desembarco. Múltiples versiones existen sobre la naturaleza de este encuentro y más aún alrededor de los motivos que llevaron a Rowan a escoger la costa manatiense para emprender su viaje de regreso.
Hoy, solo podemos especular sobre las razones, basadas en la cercanía de la región costera con islas caribeñas; la remota posibilidad de encontrar refugio en algún navío norteamericano situado a pocos kilómetros mar adentro o la necesidad de salir por una región poco controlada por la Marina española, dando mayor acceso a las tropas cubanas para escoltar al teniente.
La licenciada Ana Margarita López Chávez, directora del museo municipal Jesús Suárez Gayol, corrobora los hechos expuestos diciendo que “en realidad, Rowan partió hacia Bahamas con una respuesta del general cubano el 5 de mayo de 1898, acompañado de otros oficiales, según se plasma en la placa de bronce erigida por la Manatí Sugar Company y el USS Nokomis, el 20 de mayo de 1931”.
López Chávez reconoce que en la copia de la inscripción conservada en el museo existen errores en los nombres de los involucrados en el suceso, así como la ausencia de investigaciones sobre el tema. Sí esclarece los intentos de la institución por rescatar el monumento y alude a la falta de preocupación gubernamental para conservar el sitio histórico, constantemente dañado por el aumento del nivel del mar.
La placa de bronce, con un escudo nacional como centro, muestra lo siguiente:
“A las 11 de la noche del día 5 de mayo de 1898 salieron de este lugar en un bote de 104 pies cúbicos y 14 de largo con dirección a Nassau, portando la contestación del 'Mensaje a García', el general Enrique Collazo y el coronel Charles Hernández, acompañados de los tenientes Emilio Márquez, Nicolás Balbuena, el sargento José Romero y el teniente Andrew S. Rowan USA, quien de manera ejemplar lo había traído a Cuba”.
Varias indagaciones al respecto utilizan el testimonio del oficial Rowan explicando las circunstancias del mensaje: “No hubo mensaje escrito a García. Todo fue secreto y verbal. Yo lo llevaba en mi mente... Los Estados Unidos querían que él supiese que nosotros ayudaríamos a la causa de la independencia cubana, y que, a la vez, necesitábamos saber cómo sería llevada a cabo la necesaria campaña en el más corto espacio de tiempo y con el menor número de bajas”.
A más de un siglo de los hechos narrados se pretende reconocer que el mérito, adjudicado al norteamericano, se debió en gran medida al trabajo que desarrollaron los oficiales mambises, quienes garantizaron el traslado, los aseguramientos y la seguridad de Rowan en la Isla caribeña.

TRES MANATIENSES

En el trabajo investigativo Un mensaje a García y la historia mal contada, el historiador Israel Valdés Rodríguez ubica a tres manatienses como miembros de la expedición que partió desde Puerto Manatí con la respuesta de Calixto García. La travesía de regreso a los Estados Unidos debía estar conformada por conocedores del litoral norteño, a fin de evitar retrasos en la salida y otras complicaciones. Además, dado el carácter secreto del encuentro, la tarea debió realizarse con pocos recursos y alto grado de discreción.
“Sobre el viaje de regreso, hay que decir que Rowan y su comitiva, encabezada por el general Enrique Collazo, se dirigieron a Las Tunas y allí compraron algunas importantes provisiones para el viaje y además, contactaron con el teniente Nicolás Balbuena Mayedo, natural de Manatí (calificado como lobo marinero) y excelente conocedor de toda la geografía del lugar.
“Los seis hombres que formaron parte de la tripulación fueron: el mensajero Rowan, el general Enrique Collazo, el coronel Charles Hernández, los tenientes Nicolás Balbuena y Emilio Márquez, y el sargento José Romero. Los tres últimos eran nativos del lugar y fornidos remeros acostumbrados a este tipo de labor”.
Por esta afirmación se tuvo la certeza de que participaron tres manatienses. A más de un siglo del suceso resulta imposible rescatar testimonios de personas directamente involucradas; sin embargo, el afán investigativo nos condujo hasta Osquel Bauza Balbuena, nieto del teniente Nicolás Balbuena Mayedo.
“Abuelo vivió 102 años, se parecía mucho a Justo Vega el improvisador, por eso cada vez que escucho sus décimas lo recuerdo. Se conocía la costa norte manatiense como la palma de su mano, por eso lo seleccionaron como patrón del bote. Además, él era de la Marina.
“La Marina, estaba compuesta por pequeñas embarcaciones, botes o chalupas, solo se requería del conocimiento de sus integrantes en asuntos de navegación: sabiduría que abuelo aprendió de sus padres, cubanos humildes naturales de Puerto Padre”.
Osquel comenta que su abuelo no hablaba mucho del tema, pero siempre estuvo muy orgulloso de su cooperación para la independencia de Cuba. De Nicolás, su nieto agregó que trabajó por mucho tiempo como peón de la Manatí Sugar Company.
Compañeros de Balbuena Mayedo y también manatienses, el teniente Emilio Márquez y el sargento José Romero cumplieron su papel como remeros, dada su capacidad física para realizar este tipo de actividad y sus conocimientos marítimos.
Con respecto a la embarcación, el historiador Israel Valdés señala en su artículo que: “Para la tarea fue necesario desenterrar un bote de zinc que habían dejado escondido en el manglar del Palancón y lo trasladaron a la localidad de Mono Ciego, para repararlo. Estaba en mal estado, con rendijas y agujeros, por lo que hubo que taparlos con cera de abeja criolla”.
Esto constituye la totalidad de la información existente sobre el accionar de los oficiales del Ejército Libertador oriundos de Manatí en los sucesos acaecidos el 5 de mayo de 1898, conocidos en la historia de Cuba como la contestación del mensaje a García.

EL MONUMENTO

Cinco kilómetros separan a la comunidad Puerto Manatí del sitio donde se erige el monumento que marca el punto de partida de la expedición portadora de la respuesta del general Calixto García.
Conocido como Mono Ciego, el lugar es utilizado como espacio de recreo de campistas y pobladores de la zona, quienes no aprecian la significación del hecho que se explica en la placa de bronce.
Sin embargo, aficionados a la historia como José Suárez Cedeño, alias Pepé, residente en Puerto Manatí, se interesan por el pasado de su asentamiento.
“Según me contó Ernesto Cabreja, hijo de un mambí que tenía una escuadra para recibir las expediciones que venían en los tiempos de España, él estaba con su padre cuando la gente salió de ahí. La tarja del monumento fue puesta por los americanos en la década del 30, vinieron a hacer la carta de la bahía y la pusieron.
“Hay muchas historias del mensaje que salió por ese punto, parece que los americanos tenían el asunto ya cocinado”.
Este testimonio demuestra que aun cuando se conocen datos del hecho histórico, los detalles más significativos de los sucesos continúan en el anonimato. El desconocimiento sobre su importancia, unido a la carencia de recursos materiales, provoca el desánimo de rescatar lo que se consideró un hecho merecedor de erigir un pedestal de concreto como recordatorio de aquella noche del 5 de mayo.
Hoy, el monolito junto con la placa identificativa que señala aquel lugar, dista mucho de ennoblecer los esfuerzos de los patriotas cubanos que arriesgaron su vida por lograr la independencia definitiva de Cuba, entre ellos, tres manatienses.
Su apoyo incondicional al intercambio de información entre las fuerzas insurrectas y el ejército de los Estados Unidos, los convirtió en héroes anónimos inscritos en uno de los momentos más decisivos de la nación cubana, considerado así por la historiografía internacional.
Sirva esta investigación como un intento primigenio por reconocer la labor del sargento José Romero y los tenientes Emilio Márquez y Nicolás Balbuena en un hecho definitorio de los anales de la Mayor de las Antillas.

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